En verdad, no
existe otra palabra para describir las clases de Termodinámica con la profesora
María más que: ¡Increíbles!
Era una
tradición, más que una costumbre, tomar asiento siempre a un lado de mi buen
amigo José, mejor aún porque ninguno de los dos faltamos a una sola sesión de
esta clase de Termodinámica, y el aprendizaje del que estoy seguro que nos ha
dejado a ambos, hace que de verdad haya valido la pena asistir siempre
dispuestos a resolver cualquier tipo de tareas y de problemas.
Tengo presentes
en mi mente las palabras de la maestra justo el primer día de clases; y será
difícil que me olvide de ellas porque detrás de esas frases que oídos sencillos
pueden escucharse “radicales”: para cualquier mente abierta a nuevos
conocimientos, poseen mucho de razón.
-
“Al igual que la vida, esta, mucho más
que de conocimientos y de habilidades: ¡es una carrera de resistencia!”
Los alumnos que
ahí nos encontrábamos presentes, seguíamos poniendo atención atónitos a las
palabras de la profesora.
-
“… Solamente podrán llegar hasta el
final aquellos y aquellas que tengan confianza en sí mismos.”
Todavía no
terminaba yo de asimilar aquellas palabras tan profundas, cuando la maestra
continuó.
-
“… Y para confiar en sí mismos: lo que
deben hacer es estudiar, ¡por supuesto!, y mantener la mirada más allá de lo
que es posible apreciar; porque los límites son infinitos, ¡están dentro de
ustedes!”
Hasta el día de
hoy puedo mantener vivo el recuerdo de la expresión de mi compañero José, quien
en voz muy baja me susurró al oído:
-
¡Tiene toda la razón!
Y como toda buena
clase de Termodinámica, algunos de los temas más triviales y destacados que veríamos
son: Sistemas de Unidades, Principios de las Leyes de la Termodinámica, Modelos
de Gases Ideales, etc…
¡Claro! No puede
faltar el clásico:
“La energía no se
crea ni se destruye; ¡solo se transforma!” (PRIMERA
LEY DE LA TERMODINÁMICA)
Así, conforme las
clases y el curso iban avanzando, era necesario resolver operaciones
diferenciales, integrales y algunos sistemas de ecuaciones cada vez más
complejos, y era de esta forma que a mi mente continuaban llegando más
fantasías que realidades. Empezaba a preguntarme si en realidad era posible la
existencia de dos soles, tal vez si algún día un elfo llegara a cruzarse frente
a mí, o con un poco de suerte hacer tocar un instrumento y llamar a un ángel… ¡Un
ángel! (como en el capítulo anterior le mencioné)
Alguna vez me
dijeron que “todos los sueños pueden hacerse realidad.”
Justo ahora sigo
preguntándome: “¿Qué clase de sueños pueden hacerse realidad?”
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